lunes, 25 de febrero de 2008

Frederik Peeters. Píldoras Azules (I). Por Carlos Romá.

En esencia, Píldoras azules es la historia de amor entre un joven dibujante de tebeos y una mujer afectada por el virus de inmunodeficiencia adquirida, como su hijo de tres años. Peeters relata cómo vive en ello y con ello, su relación con la mujer, con el niño, con un médico que comparte su sentido de la humanidad con las máximas de Hipócrates...
Si hay algo que me admira en el mundo del arte y en especial en el de contar historias, es cómo a veces se consigue manifestar tan fielmente la estúpida, fascinante y contradictoria dualidad del mundo que habitamos. Son esos casos en que se nos relata un hecho terriblemente dramático, pero de una manera tan natural y sutil que en nuestro interior la pena se ve mitigada por la aceptación y la consciencia de la dureza de la realidad, de cómo los momentos más tristes se alternan drásticamente con otros momentos hilarantes, la desesperación con la esperanza ciega, el nerviosismo frenético con la calma imperturbable. La manera de agitar consciencias no es el drama épico, de personajes extremos y comportamientos exacerbados, sino la claridad que golpea como un mazo, la naturalidad que nos acerca al conflicto, la cotidianeidad de personajes en los que nos vemos reflejados. Y desde luego que Peeters lo consigue. Claro está que el carácter autobiográfico de la obra facilita muchísimo esta difícil tarea, pero no se le debe restar mérito en mi opinión.

La forma en que el autor se desnuda en todas y cada una de las páginas (y no me refiero únicamente a la desnudez física, evidentemente), permitiéndonos sentirnos una suerte de voyeurs espirituales, no hace sino que nos identifiquemos más aún, eliminando toda sensación de intrusismo o remordimiento.
Su ilusión nos hace emocionarnos, su miedo nos aterroriza, su fe en el futuro y en la fuerza de su amor nos inspira. La prueba definitiva de cómo se consigue esta manera de emocionar sin acudir al drama fácil es que los dos únicos momentos en que me desbordó la emoción y mis ojos se vieron súbitamente humedecidos fueron momentos particularmente sencillos e intrascendentes respecto al global de la obra: en primer lugar, una sencilla conversación en la penumbra de la casa de los padres de Cati, mientras el niño duerme y ella empieza a contarle a él su miedo respecto al futuro de su hijo. Él la corta, tajante, la insta a ser fuerte y ella acepta sus duras palabras con una sonrisa y una aceptación total, cambiando su miedo y dubitación iniciales por serenidad y confianza. En ese momento, el autor nos cuenta a nosotros, que todo lo vemos, cómo se vio inmerso en una admiración increíble, un amor gigantesco ante semejante muestra de fortaleza y resolución que él mismo había inspirado. La escena termina con un abrazo espontáneo y arrebatador, que junto a las reflexiones del narrador no pudo sino provocarme una ilusión casi tan grande como la de los personajes cuya vida estaba siendo desgranada ante mis ojos. El otro momento que más me conmovió no fue en sí un momento, sino una única viñeta: un primer plano de los ojos de Cati, llenos de lágrimas a punto de rebosar, mientras está al teléfono esperando que conteste el doctor, petrificada de miedo ante la posibilidad de haber contagiado a su amante. Esa simple viñeta, intercalada sutilmente entre la vorágine y la tensión del momento, transmite más que toda la escena en su conjunto. Un recurso acertadísimo, y no único en la obra pues está plagada de ellos.

Carlos Romá Mateo, autor de esta reseña, es Bioquímico e Ilustrador.
Píldoras azules está editado por Astiberri Ediciones, el guión y las ilustraciones son de Frederik Peeters (Ginebra, 1974), dibujante e historietista suizo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran cómic, obra maestra, sin duda, muy recomendable.

Anónimo dijo...

Leí este cómic hace dos años y me impresionó mucho, para mí era "la otra cara" del SIDA, no había tenido ocasión hasta entonces de leer una obra así, donde se reflejara de una manera tan sencilla y cruda esa condena a muerte que supone el VIH. Soy estudiante de Medicina, lo he estudiado de muchas maneras y visto algunos pacientes, pero "de pasada", y muchas veces me preguntaba cómo sería su día a día, cómo lo llevarían. El cómic me dio algunas respuestas :)